Ranuras

Monday, January 22, 2007

Los laudes del concreto
(Hablando concretamente de lo urbano)

Si el is(t)mo ya no fuera un destierro…


Humano, demasiado humano. Nuestra vida se aferra a una imagen que moldea caminos transitables. Estamos hechos de ideas, sustancias propias de discursos, de palabras que labran los senderos para la acción. Quisiera comenzar hoy la columna parafraseando un comentario del Director del Semanario 7 Colinas, el ahora entrañable amigo Roberto: ¿Será que la presencia de un ismo en la tierra puede salvarnos de nuestras quejas diarias? ¿Existe aún el deseo de la existencia de un istmo, con T, al propio estilo utópico del istmo de Panamá en la independencia venezolana, que pueda (sos)tener en su territorio la esperanza de un mañana mejor?


Nos han programado para pensar que la noción de un sistema en orden adviene directamente del modelo político o económico impuesto (liberalismo, neoliberalismo, socialismo, comunismo, etc.). Se relega la acción artístico-cultural a un plano de entretenimiento y disfrute netamente hedonista, sin saber que, muchas veces, un movimiento de vanguardia puede socavar la bases de una sociedad y sacar del destierro obligatorio a un importante cúmulo de ideas que cambiarían la faz de la tierra, violentando la tranquilidad de toda una comunidad hasta llevarla a un nuevo orden precedido por el caos.

Somos humanos, demasiado humanos como para ceñir nuestra existencia a un modelo netamente económico. El arte, la escritura, el cine, un discurso que mueve masas, la mínima existencia verbal entonada, la propia sensación de rechazo, apego o desapego a un objeto artístico demuestra que nuestra vida está invadida de una sed que sólo la sacia el hecho de asirnos a ideas que alimentan un cambio generacional trascendente.

Si el is(t)mo ya no fuera un destierro. ¿Podemos creer en un ismo? Aunque ya Lyotard, Baudrillard y Derrida removieron y resquebrajaron las bases sobre las que construimos muchas de las utopías sociopolíticas modernas, desmantelando la propia idea de la política y el arte como un discurso de referentes asibles, aún existen Chiapas y el País Vasco, existe Moore, Palestina, el Teatro Pánico, algunas líricas alentadoras de Papashanty, Audioslave, Kusturica y un batallón entero de escritores, pintores, hacedores de cultura y uno que otro colector del acervo que puede derrumbar todo un mañana, todo un modelo social. Ellos, son los otros hacedores de ismos.

La resistencia signada y precedida por la acción, sucedida en un futuro por la vanguardia. Resistir y salir de la resistencia para avanzar. El istmo, con T, puede dejar de ser una porción de tierra soñada para convertirse en una pulsión mundial, un rumbo para el cambio, una traspolación de pensamientos hacia el desentierro de la vida misma. Hemos subestimado al arte y la cultura, minimizando su potencia, sosegándolos a modelos menospreciados y ya casi olvidados perdiendo la oportunidad de convertirlos en verdaderas ideologías. Un ismo es tan necesario como la existencia de un respiro, de pequeñas gotas de oxigeno que nos lleven a diario por nuevas latitudes, ésas que con su sola presencia son capaces de descoser hasta la propia realidad.