Ranuras

Thursday, April 20, 2006

Crash o el impacto de Hollywood en una retina cansada
Hollywood huele a mentira, discurso forzado a acelerar su ritmo para no dejarse desmentir por la realidad. La película Crash, impacto enceguecedor en la crítica, hizo también su coalición en gran parte de los desligados del medio. Su carrera apresuró el paso en tiempos de guerra irakí, de futuras elecciones y de presiones humanas para reivindicar la imagen de los amigos corporativos de hollywood. Recibió premios, bombos y platillos.

A falta de acciones reales, buenas son las películas. La redención de los blancos terminó con Crash, descaradamente, por apoderarse de una estética cinematográfica de calidad en algunas creaciones de última generación. El filme narra las acciones de sujetos en situaciones en donde experimentan un cambio de conciencia que los llevan a pasar del mal al bien. Ladrones que luego se convierten en seres piadosos, árabes violentos que se arrepienten, policías corruptos que se transforman en héroes, componen parte de su trama. Todas las acciones encaminadas a trasmitir un claro mensaje: todos podemos cambiar. ¿Se cumple este mensaje en la película? ¿Es un filme como Crash un impacto verdadero en la cotidianidad de un tema tan profundamente sensible como lo es el de su corpus?

Hollywood se impone con su epigrafía, cuyo fin es dar inscripciones redentoras a personajes con una fricción que raspa el celuloide. ¿Cuál es el problema con la verdad en Crash? El hilo dramático de Hollywood nos ha anudado lentamente, haciendo inscribir en nuestros pensamientos una ficción por la cual “deberíamos” luchar. Mensaje maniqueo que no toca fondo. En Crash, por ejemplo, es un golpe bajo no mostrar la culpa del gobierno de EEUU por convertir a su población en agricultores del odio, obligándolos a cosechar día a día: intolerancias, explotaciones, desmanes, violaciones, falsos patriotismos, xenofobias, racismos y miedos.
Cercenamos nuestra capacidad de lucha real viendo películas en las que otros luchan por nosotros (fielmente como en Crash), en las que se desdobla una realidad horrenda en una realidad amistosa: basta con salir del cine para ver cómo su propio discurso los desmiente y los devuelve con una cruda e insensible matriz de sentimientos encontrados. La realidad te corrompe Hollywood, hace corrosión en ti.
Vivimos con pensamientos proyectados en imágenes: la imagen diaria de alguien que compra el periódico y se va a casa a leer. Más allá de fronteras ideológicas y territoriales, todos, absolutamente todos, sufrimos ataques momentáneos de histeria, tenemos neurosis, sentimos hambre, sueño (s) y ganas de ir al baño. El celuloide, en películas enfocadas a modo de Crash, lo olvida y termina por hacer historias 100% inverosímiles. La mentira les raspa ese mismo celuloide.
La academia te premió Crash, cumpliste tu impacto colando en una parte del mundo. Es de entenderse: en épocas de desesperanza cualquier estela es bien recibida. Aún así, el odio seguirá siendo sembrado por quienes financian tu propia producción. Tu propuesta seguirá filtrándose por la ayuda de Hollywood. Sin embargo, a ellos se le olvida que hay coladores defectuosos, orificios tapados que no filtran todo, y, aunque eso no afecta el fluir de tu caudal, te puede pasar que algún día, al fin, necesites con urgencia de un experto en desagües.

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